La sensación de estar en el crudo invierno de 1940 se desvanece de golpe cuando aparece por allí una monja tecleando frenéticamente su móvil de última generación. Bienvenidos al rodaje de La voz dormida, adaptación de la novela homónima de Dulce Chacón dirigida por Benito Zambrano.
Limpieza a fondo
"La película transcurre entre noviembre de 1940 y mayo de 1941. Un momento histórico terrible. El franquismo, ayudado por un fascismo alemán en auge, no tuvo ninguna piedad. Exterminó de un modo brutal a todo lo que sonaba a izquierda, oposición o simple diferencia. El movimiento nacional católico se caracterizó por un comportamiento inhumano, por su falta total de compasión", cuenta Zambrano (Lebrija, 1965) durante una pausa del rodaje, mientras come con el resto del equipo en una nave abandonada y con plásticos tapando precariamente las ventanas.La voz dormida es la clásica novela que te recomienda un amigo y a los cinco minutos de empezar a leerla ya estás enganchado", aclara el director. El libro, publicado por Alfaguara (2002), narraba en clave de ficción las tribulaciones de varias mujeres represaliadas durante la posguerra. Peripecias fatales como la de Hortensia, condenada a muerte durante su embarazo y fusilada tras el nacimiento de su hijo. "El libro surgió de la necesidad personal de conocer la historia de España que no me habían contado. Lo centré en las mujeres porque fueron las protagonistas de la Historia que nunca se contó. Esa es la voz silenciada", contó Dulce Chacón tras publicar la novela. La escritora, nacida en Badajoz en 1954, murió en el año 2003.
"La película tiene un componente crudo y duro, pero también tierno y poético", aclara el director andaluz, que no quiere que los llantos sepulten la "dignidad" de sus heroínas. "Me gustan las películas que hacen reír y llorar. La voz dormida es una historia de dolor, pero también de amor. Amor entre dos hermanas. Amor solidario entre compañeras de cárcel. Y amor, también, a una ideología. La dignidad y el amor prevalecen sobre el dolor y la represión", zanja Zambrano. Conclusión: no busquen aquí sonrisas y lágrimas, pero sí dignidad y lágrimas.
(Noticia recogida de Público.es)
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